Alumna: María Fernanda Mauricio Esparza
Alias: Caolinita
Quiebra mi espíritu con tu luz incandescente. Hazme sentir que en algún universo paralelo al mío alguien está peor que yo. Llena mi cabeza de imágenes y sonidos hasta hacerla explotar. Acelera mi ritmo cardiaco mientras mi risa burlona se estrella contra tu pantalla. Dame vida. No me dejes vivir mi vida, hazme vivir vidas ajenas que no existen. Conviérteme en un idiota. Prometo ser parte de las masas si tú prometes estar siempre conmigo.
La cotidianeidad nos ha llevado a ver diario la televisión, si no lo haces, eres, frente a los ojos de la sociedad, un inadaptado.
¿Pero que ofrece esta caja luminosa para tenernos tan esclavizados?, hemos llegado al grado de ser sus fieles seguidores y no espectadores críticos, aceptamos su violencia visual que invade nuestros ojos y se adentra en nuestros cerebros hasta consumirlos. Le rendimos nuestro ser, le regalamos horas de nuestras vidas, neuronas que se suicidan, nuestros ojos cansados nos piden descanso pero no podemos perdernos el final del chisme que nos ha sacudido.
La escultura te invita a hacer literal lo que el acto de vivir de la televisión significa, para algunos una guía de vida, para otros un medio para burlarse del mundo, pero para la mayoría es algo incondicional e inimaginable vivir sin ella.
Anda, sumérgete en su luz, híncate y has la reverencia que diario haces pero no te das cuenta. Termina de ser su esclavo y enciérrate para no salir nunca de la comodidad mental que te brinda. Al fin de cuentas no hace daño, te harás más interesante al tener algo banal de que hablar y te sabrás los chismes que a todos nos interesan, tendrás algo de que burlarte e incluso algo por que llorar. No desperdicies tu tiempo viviendo tu propia vida, es más cómodo dejarte llevar por las imágenes que generosamente la televisión incrusta en tu mente.
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